Los troles son mercenarios de la comunicación quienes por paga favorecen intereses egoístas y espurios, sin ética ni valores, destruyen los valores de respeto, tolerancia, solidaridad, sana convivencia, igualdad, y libertad, mancillando honras ajenas y socavando los pilares de la sociedad pluralista y democrática costarricense para perturbar la paz y la tranquilidad.
Los
educadores tienen la consigna de educar y enseñar en valores y ética, hoy su
influencia sobre los jóvenes estudiantes y escuelas no se compara con la influencia
que tienen las redes sociales quienes inundad las plataformas con
desinformación y falsedades.
Hoy,
existe el llamado a los educadores para cumplir con el noble propósito de informar
correctamente en una sociedad herida por el odio, la violencia, la
división, los deseos de venganza, el irrespeto, las burlas, las ofensas, las “serruchadas
y bajadas de piso”…
Los troles
han llenado de insultos las redes sociales, quienes nos hemos enfrentado a
alguno de ellos, damos fe de su indecente proceder, colmando de antivalores el
mundo de la comunicación digital, con frutos virtuales que no tocamos, pero se perciben
y materializan en la violencia de la convivencia diaria.
Las redes sociales nos permiten generar campañas
de bondad, solidaridad y beneficio mutuo, pero si se dejan al
libre dominio de troles mercenarios e inescrupulosos, serían instrumentos
maquiavélicos para inundar la comunicación digital de valores negativos, raíces
de caos y desconfianza social.
Sólo sociedades éticas con carácter podrán, decir no a
los antivalores, para dar luz al
desarrollo del progreso económico-social y a mejores ciudadanos. Si la sociedad
funciona éticamente, brota la confianza que genera rentabilidad y ahorro en
tiempo, dinero y sufrimiento humano.
Los pueblos que no tienen ética ni valores están
irremediablemente condenados al fracaso y subdesarrollo, ¿cómo evitar el
saqueo de los fondos públicos si lo normal es el despilfarro, el abuso y el
hurto? ¿cómo podría progresar una institución si todos sus colaboradores mienten,
engañan y roban? ¿cómo se puede generar empresa si todo el entorno de negocio
es corrupto, violento y ruin? ¿cómo se puede vivir en una sociedad cuyos
valores son la deshonestidad, el irrespeto y la crueldad?
En todas las épocas han existido valores, la igualdad, la libertad, la solidaridad, el respeto
mutuo, lo más necesarios; no hay posiciones neutras en los valores, aunque
nacemos con temperamentos que no elegimos, adquirimos disposiciones éticas para
tomar decisiones en pro de la prudencia, la tolerancia y la justicia.
El relativismo nos ha hecho creer que la ética es algo
particular de cada quien, eso no es cierto, es una construcción social; la
ética proviene del griego “ethos” que quiere decir carácter, su misión
es forjar carácter en los pueblos, para ser congruentes en su defensa,
decir no, aunque la mayoría piense lo contrario.
En tiempos de posverdad, la ética no se puede
conformar con simples explicaciones emocionales, posiciones dogmáticas o
fundamentalistas, la verdad se defiende con argumentos y se desarrolla
con diálogo. La evolución histórica nos enseña que no es bueno vivir en la
mentira, el robo, la corrupción, el irrespeto...
El límite ético de la libertad de expresión es no
buscar dañar a los otros. Todas las personas son respetables siempre, pero
no todas las opiniones son respetables. Las opiniones expresadas deben
ganarse el respeto, no con posiciones o puntos de vista, porque hay opiniones inadmisibles,
impresentables e intolerables; será bajo fino tamiz ético de la compasión que buscará
salida al sufrimiento con el Derecho a Saber, no vasta con que lo sepa, sino ser
capaz de compartirlo con los demás.
No existe sociedad que cada quien haga lo que
considere bueno o malo para sí, eso es imposible, porque las sociedades deben
buscar construir el bien común, o perecer en su individualismo, por eso la ética
y la moral no son individuales.
En sociedades consumistas, individualistas y
egoístas que ponderan más la posición social de tener más que la del ser,
valoran la desigualdad y la superioridad de unos sobre otros, considerando
amenazante todo lo diferente, excluyen por género (misoginia), por raza
(racismo), por nacionalidad (xenofobia), valoran la reciprocidad de aquellos
que tienen, interesan o pueda tranzar, pero qué sucede con quienes no tienen
nada para mercar, se alcanza el límite con la aporofobia.
La Real Academia Española (RAE) eligió aporofobia como
la palabra más relevante del año 2017, representa todo lo opuesto al valor de
la solidaridad, postura contra los valores éticos, en pro de la dignidad humana
y la democracia que debe construir una sociedad, es el rechazo, la repugnancia,
la hostilidad y el miedo a las personas pobres, los sin recursos y los desamparados
que la misma sociedad creó con sus comportamientos egoístas e individualistas,
dejándolos de lado e invisibles, en esta sociedad que se construyó, no molesta
los extranjeros, sino los pobres.
Vivir en sociedades pluralistas es una especie suerte
en nuestros tiempos, a pesar de que el cerebro de los seres humanos tiene la
tendencia de gustar a quienes piensan igual, con el mismo idioma, la misma
religión, la misma posición social y comparten la misma cultura, ante esa
resistencia la ética, a sabiendas que la Ciencia postula que el cerebro es
plástico, busca cultivar valores de respeto y tolerancia en las mentes
humanas, porque el pluralismo es una riqueza, al fin y al cabo, sería muy
aburrido una cultura que todos piensen igual.
*Ensayo reflexivo publicado -con
adaptaciones a los comunicadores- en el sitio oficial del Colegio de
Periodistas de Costa Rica: https://www.primeraplana.or.cr/es/Opini%C3%B3n/Troles,_etica,_valores_y_aporofobia_/
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