Dos visiones antagónicas de los conceptos de libertad, orden y valoración de la condición humana que amenazan y debilitan los sistemas democráticos, hasta llegar a cuestionar nuevamente la existencia misma del ser humano, ante la posible catástrofe nuclear de una guerra imposible de ganar, todos pierden.
Juan José Arce Vargas
Periodista Exdiplomático
El fin de la Guerra Fría, fue
el 9 de noviembre de 1989, cuatro décadas de rivalidad por el dominio militar de
las dos mayores super potencias, Estados Unidos de América (EE.UU.) y la Unión
de República Socialistas Soviéticas (URSS), entablaron una guerra ideológica
entre Capitalismo y Comunismo.
La ciudad de Berlín fue el máximo
símbolo de esa división, un mismo pueblo separado por un muro. Alemania
Occidental, democrática, de un lado y la Alemania Oriental, comunista, por el
otro, bautizada irónicamente como República Democrática de Alemania (RDA).
Erich Honecker secretario
general del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) había controlado la
Alemania Comunista con opresión y represión a opositores, desde 1971 hasta 1989,
con el apoyo del Ministerio para la Seguridad del Estado (STASI), una de las
organizaciones de espionaje más eficaces y temidas del siglo XX.
Un lustro antes de la caída
del Muro de Berlín, Mijaíl Gorbachov, con 54 años, asume el cargo como
Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética (URSS) debido al
fallecimiento prematuro de los líderes del Partido que lo precedieron; Yuri
Andrópov, 15 meses, en el cargo (1982-1984) y Konstantín Chernenko, poco más de
1 año.
Gorbachov, ante la crisis
económica de la URSS, promulgó dos grandes reformas, la primera la “Perestroika”
(reestructuración, en Castellano) que buscaba modernizar y descentralizar la
economía soviética y la segunda, el Glasnost (en español, apertura) que dotaba de
transparencia política, libertad de expresión y acceso a la información,
algo impensable en un régimen totalitario y represivo.
Fue una luz de libertad para
un pueblo que anhelaba una vida diferente. El 6 y 7 de octubre de 1989, Mijaíl
Gorbachov se reunió con Erich Honecker en Berlín Oriental, para celebrar el
40.º aniversario de la fundación de la República Democrática Alemana (RDA),
dejando claro las reformas y que no daría apoyo militar para represiones.
Honecker, jefe de Estado de la
RDA, no compartía las ideas del jefe y máximo líder soviético. Los alemanes del
Este sabían que las cadenas se estaban resquebrajando, con base en la reforma
democrática de Gorbachov, organizaron una serie de vigilias, huelgas de
trabajadores y manifestaciones en pro de más libertades.
Quizás, la manifestación más
importante fue en Leipzig, 70.000 personas salieron a las calles con velas en sus
manos para rodear la sede central de la STASI, máximo símbolo de opresión. Honecker
quiso intervenir violentamente, pero la protesta era masiva y pacífica, por lo
que no hubo aprobación ni apoyo de Moscú.
Honecker fue obligado a
dimitir como jefe del gobierno de la República de Alemana Oriental, sustituido
por Egon Krenz quien decide otorgar la libertad a los alemanes del Este para
viajar a la Alemania Occidental.
El anuncio se haría en conferencia
de prensa, designan a Günter Schawboski como vocero quien no tenía claro las
directrices, porque no es lo usual que en un régimen totalitario se permitan
ruedas de prensa, ni mucho menos con prensa extranjera con la posibilidad de
repreguntar.
Cuando el periodista británico
Daniel Johnson, del The Daily Telegraph pregunta a Schawboski si esa medida
aplica para el Muro de Berlín, responde que la directriz es inmediata en todas
las fronteras.
La noticia corrió como lluvia
en el desierto, en las sedientas gargantas de libertad de los alemanes del
Este, quienes se apostaron en los puntos migratorios del muro de Berlín. No
había autorización oficial, fueron horas de mucha tensión, los controles migratorios
no habían sido notificados, pero al final permitieron el paso al lado
occidental de la ciudad, fueron días de gran júbilo que termina con la
demolición del Muro de Berlín.
Procedió con la unificación de
Alemania, no fue posible sofocar ni reprimir los deseos de libertad de las
personas para siempre, la instauración del sistema democrático es una realidad.
Lo siguieron los países de la
llamada “Cortina de Hierro” controlados por la URSS, Polonia, Checoslovaquia,
Hungría, Rumanía, Bulgaria, Albania y la antigua Yugoslavia que luego se
dividió en cinco países, Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Montenegro,
Macedonia del Norte y Serbia.
También se separaron 11 países
de la antigua URSS, en Europa, las repúblicas bálticas -Estonia, Letonia y
Lituania-, Bielorrusia, Ucrania, y Moldavia; en el Cáucaso asiático, Armenia,
Georgia y Azerbaiyán; en Asia Central; Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán,
Kirguistán y Tayikistán; y finalmente, con la firma la firma del Acuerdo de
Belavezha, el 8 de diciembre de 1991, Rusia que se declara república
independiente, fue el fin de la Unión de República Socialistas Soviéticas
(URSS).
Estados Unidos y Europa
Occidental celebraron por todo lo alto la disolución de la Guerra Fría, sin
necesidad de una guerra imposible de ganar, pensando que nunca más sucedería de
nuevo.
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